Era de la navegación fluvial.

En cuanto a vías de comunicación el mayor prestigio para Girardot lo trajo la navegación fluvial. Estas playas ocuparon el primer sitio entre los puertos del Alto Magdalena y alcanzaron a albergar hasta cincuenta y dos unidades de diferentes compañías, que desataron para la ciudad una era de admirable progreso. Años 1886 a 1935. La construcción de la carretera Cambao 1925 y de los puertos Liévano y Salgar, que acercaban en menor tiempo a Bogotá, vino a producir el colapso de esta navegación fluvial.
Sobre los deshechos muelles vagan las sombras de bongos y champanes, de chalupas y graciosos vaporcitos que anclaban en los fondeaderos. Entonces el puerto hervía de actividad: la carga para media república se cruzaba en los rústicos descargaderos y la mercancía colmaba la avidez insaciable de las bodegas. Una raza gigante y rítmica, resistente y bronceada alineaba en la playa, en las plataformas y sobre los planchones. Para esta generación de braceros que se reunían de todas partes con su buena dotación de canteras africanas, era un esfuerzo risueño, una infantil acrobacia de sus músculos sopesar bultos de cinco arrobas, encarrar o desencarrar toneladas de mercancia. Sobre sus brazos el día y la noche no conocieron descanso, ya que exprimían la jornada continua en turnos ininterrumpidos. Más de 8.000 braceros estremecieron el puerto.
El dinero abundaba. Cómo recuerdan los mayores con nostalgia aquella época en que el oro con sus águilas americanas o con las efigies inglesas, era moneda corriente y hasta embarazosa. En el camellón en tas horas de ocio, las libras y medias libras, resplandecieron en las manos de los jugadores de pique y palmo. Fue el tiempo de las inmigraciones europeas y asiáticas en que el extranjerismo de más de veinte nacionalidades prestó al puerto ambiente internacional con filosofías y creencias exóticas, voces y procedimientos de culturas antiguas, especialmente mercantiles. Emulaban con esta explosión de riquezas las ansias de placer, de desahogo, de amor libre y embriaguez, después del trabajo bruto y febril, o los galantes amoríos y despilfarros en los señores o gentiles aventureros. Las costumbres cristianas casi naufragaron en esta vorágine dorada y la fe combatiría precariamente con el liberalismo manchesteriano, la logia, los caballeros rosacruz y el protestantismo y los pioneros del comunismo. Cumpliéronse entonces los pintorescos carnavales.